En su colección Poesía Sin
Permiso (número 14) la Editorial Verso Destierro: Poesía para evolucionarte y
ser, (www.versodestierro.com)
publicó Poemas del Encierro de
Hortensia Carrasco, poeta campeona del IV Torneo de Poesía 2010: “Adversario en
el Cuadrilátero”, este año de 2011 ganado por Venancio Neria, autor de: La tristeza de Papá Sabino. El pasado
jueves 8 de diciembre en el Centro Cultural José Martí de la ciudad de México,
se presentó este libro con una fotografía de portada de Andrés Cardo y diseño
de Danton Soren.
El libro es un flechazo al estado
de discriminación que aún hoy predomina hacia las mujeres, según las
estadísticas, en la mayor parte del mundo. Si al caer la tarde, dice un texto
sagrado- seremos examinados en el amor, la indiferencia e incomprensión sobre
el amor que a ellas se les queda por dar entre las manos, las hacen proclamar
en voz de Hortensia: “Es tan gangoso el sonar de la tarde”. El poemario es, en
palabras del presentador Víctor M. Muñoz, un “canto a la justicia”, a partir de
la situación de ama de casa: “Ser ama de casa es proyectarse, mostrar todo lo
que uno tiene, y de lo que uno es capaz”. “Yo soy la desconocida –canta la
encerrada- ninguna expresión de las paredes me es ajena”.
La reflexión de la mujer sobre su
propia condición en el mundo, es uno de los temas más apasionantes de todos los
tiempos. Intentos los hay, el trabajo es dar con ellos. Lo cierto es que “es a
partir de la 2ª. Posguerra, cuando se ve fortalecida la reflexión de mujeres
que piensan sobre sí mismas y se dan cuenta que la mujer sólo sirve de escalera
para otros. Se dan cuenta que su vida ha servido para que otros tengan futuros,
pero ella qué?” Sostengo el falso
incienso de las nubes –fija la poeta en su canto, el cual concibe Víctor M.
Muñoz ligado a una conquista estética de nuestro tiempo: casi no se puede hacer
hoy una obra artística, sin llevar a cabo un registro minucioso de rasgos
psicológicos. “Sentimos un inusual odio a nuestros ojos/porque se rebelan y nos
hacen mirar…” No es el reclamo airado, la diatriba. Es tan del alma ese dolor,
deberíamos decir tan femenino que aflora en vivencias de insoportable riqueza,
como aquella en que “el algodón de la ropa tiene/ el rigor de absorbernos”, o
cuando, ante el maltrato que se adivina, la memoria recoge sus cosas íntimas,
pesadas: “Intentamos reconocernos/en la emanación de seres/ adoloridos…” Ante
el filo de la rutina, la mujer se acostumbra “al hábito de mirar de reojo al
limosnero/ que se encierra tarde a tarde/ en el rincón oscuro de una lata”. Ahí
ve al hombre encogido que son todos los hombres, enrojecer de vergüenza,
aferrarse al pasado, y lo ve, con el valor del ama de casa que al ser agredida
verbalmente, se detiene en los dientes, para apreciarlos trágicamente “como
reminiscencias de un calcio infantil”. ¿Quién hace esto sino la mujer con
restos de entusiasmo como restos de perfume, que ve al hombre salir de la lata
y mirarse a sí mismo, componerse el cabello, mirarla de reojo, observar cómo
deshoja sus manos, mientras busca construirse y lamenta destruirse, ahí en el
punto en que quisiera voltear y decirle: “Yo también necesito/ algo oscuro que
me ampare.”
Otra cuestión es el uso del
lenguaje. Víctor M. Muñoz ha hecho el disco: “Canto Azul”, con poemas de
Hortensia y canciones originales de él. Por la Casa Editora Verso Destierro,
expresó Adriana Tafoya, junto con Andrés Cardo, su satisfacción por haber
publicado este pequeño gran poemario: “Son poemas de la crisis en que se
encuentran muchas mujeres. Mientras el machismo exista, seguirá vigente una
idea de feminismo: salir del rol social que se ha impuesto como condena a las
mujeres”, y apuntó: “a veces podría parecer que la autora habla desde el exilio,
para expandir los barrotes del encierro”: Intentamos
encender la luz/ pero la luz tiene el mal hábito/ de mostrarnos realidades.
Por su parte, Mónica Suárez se
refirió a la Colección Poemas Sin Permiso. “Los sonidos tienen resonancias
ancestrales en el ser humano. Lo que el poeta escribe, lo hace en aquello que
está ‘tejido junto’, es decir, todo lo que nos compone como seres humanos.
Somos seres complejos, no solamente estamos hechos de materia. Hay un ‘MÁS’ en
todos esos múltiples aspectos tocados y la realidad se vuelve una aguja para
herir, poco a poco, cada rincón de la memoria. Con las palabras del otro, de la
otra, nos leemos a nosotros mismos. Encierro donde sólo los elegidos pueden
reconocerse como una especie de hermandad secreta: busca una especie de puerta
o rendija por donde se pueda librar lo que tenemos oculto. Al leerla, revela
Mónica, me es imposible no pensar en los cajones ocultos en nuestro propio
cuerpo. Existe un nivel de entendimiento secreto que se comparte, sobre la voz poética y una, en esa intimidad
del poema.
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