Poner en marcha el cabaret
poético, requiere un doble dominio: de contenidos y de medios para transmitirlos. Todo puede
fallar pero no el Cabaret. Es como la música en vivo. Aquí
como en pocos géneros, se hace verdad aquello de que la forma, es fondo.
A toda mujer le es grato el efecto que una forma bella despierta en las
emociones, cuántas veces oímos decir a las niñas con cierto rubor que se les
están formando las “bubis”, una mujer llegada al punto de su madurez refleja
esta sabiduría, para qué negarlo es una forma de inteligencia sexual y sensual,
pero asumirlo al más alto nivel, ya es otra cosa: supone estar por encima de
ello, haberlo, no sólo sentido, sino además padecido, haberlo pensado en suma,
y ésta es misión de artistas.
Maya Lima, Tania Espinosa de la
Garza, Viviana Castillo y Carmen Saavedra, poetas de buen ver y distinguir, lo
intentan ante un público exigente, -habría que decir, pesado- como el reunido
en el Café Cultural El Templo, la noche del pasado sábado 3 de diciembre. Ahí
estoy yo, con mi gabán de académico. Lo que pretenden las poetas es romper
paradigmas. Quiero pensar que las chicas y yo nos entendemos bien, así que me
dispongo a observar qué ocurre con la puesta en escena del anunciado CABARET
POÉTICO, comentado en Mesa Redonda en el World
Festival of Poetry en Isla Mujeres. Me está claro, pues, en esta noche de
diciembre, lo que es el Cabaret, mas lo que nunca creí es que con mi trato
académico fuera a ocurrirme algo inesperado. Me involucré, se los confieso
amigos, pensé que lo había visto todo, y vaya si me faltaba a mí también
aprender algo de la emoción que el espectáculo dibujaba en el aire. Ver salir a
Maya Lima con una indumentaria de policía, ¡qué policía, que se resuelve en
poesía!, “Al cerrar los ojos/ imito tu voz de piel,/ rozo mi pezón asombrado,/
exploro cada uno de mis labios,/ corre sal y los muslos bailan./ El luto
continúa, pierdo lo mío/ y deletreo carcajadas/ por el placer que aún me
niegas”.
Viviana Castillo con aquel
emplumado de color de rosa ganó vivas miradas, presta por un instante su voz a
la Cantina y la descifra: “Madrugada que se nos cae encima, adolorida./
Soledades que se suman a la mía, tejidas… Se bordan poemas con cabello
enmarañado de deseo”.
Tania Espinosa de la Garza se
hace eco de la denuncia: “Tengo que tragarte/ digerirte/ a ti/ con tu mundus alas/a ti/ más alta que yo o más
baja/a ti/ desde tu ausencia,/ a ti/ desde tu génesis de la nada/ a ti/ y a tu
infinito/ en donde se derraman las mil y una historias/ porque sumergirme en
tus profundidades/ me hace ubicua y eterna.// Somos la epístola de una historia
sin tiempo./ Nos derramamos completas/ desde nuestra cama hasta el alma/ desde
el alma hasta las letras/ desde las letras hasta el corazón”. Ella está en el
mejor momento que tienen los humanos, y mejor aún, las humanas, de equilibrar
materia y energía; Carmen a contrapelo
de una silla, donde dice verdades, es el reclamo que sabe a dulzura y
trasciende en enseñanza que los varones bien que comprenden, sin puntos ni comas. Como dice la banda en la carretera: “Te vienes o me voy” y además y por encima de todo, la poca ropa.
¡Bueno, la que se armó! Ahí surgió la magia que sólo las poetas saben brindar,
por una noche loca de Cabaret que redime la sexualidad de la “primera llamada”,
o nivel físico, y la remite al candor de la segunda Enseñanza, y la tercera, y
la cuarta…!
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